miércoles, 16 de noviembre de 2016

EL COLOSO DE VIRGINIA





colosal
1. adj. Perteneciente o relativo al coloso.
2. adj. Enorme, de dimensiones extraordinarias.
3. adj. Bonísimo, extraordinario.

coloso
Del lat. colossus, y este del gr. κολοσσός kolossós.
1. m. Estatua de proporciones gigantescas. El coloso de Rodas.
2. m. Persona o cosa que sobresale por sus cualidades 
grandiosas o excepcionales.
(Diccionario RAE)


“Su maldad consiste en confiar en sus propias fuerzas, en las cosas que han sido construidas, en las fortificaciones y murallas, desoyendo al Señor que les hablaba por los profetas. (…) Reconocen, pues, el peligro en que viven, pero no creen en la ruina que les anuncian en Jerusalén los profetas”.

Mons. Straubinger, Comentario a Ezequiel 11,15.


“El buque avanza a todo vapor. Mientras el que lo dirige admira la rapidez de la marcha, Dios juzga que, por falta de prudente timonel, este barco va a la aventura y corre el riesgo de encallar. Adoradores en espíritu y en verdad son los que Nuestro Señor reclama ante todo. El “americanismo” se imagina que aporta una gran gloria a Dios al tener en cuenta principalmente los resultados exteriores”.

Dom Chautard, “El alma de todo apostolado”


Dice la crónica del evento (el evento: la bendición del nuevo  Seminario de la FSSPX en Virginia, USA) que el Padre Bouchacourt (Superior del Distrito de Francia, ex Superior del Distrito América del Sur, negador del deicidio judío) manifestó fervoroso: “¡Este seminario es verdaderamente colosal!”.

Para citarlo entero y en francés: “C’est l’abbé Bouchacourt qui nous confie avec ferveur: « Ce séminaire est vraiment colossal: en France, on compte chaque mètre carré, ici… Ce séminaire, comment vous dire, c’est un événement extrêmement important pour la Tradition, mais aussi pour toute l’Eglise. »

El seminario colosal, enorme, de dimensiones extraordinarias y gigantescas, digno de, como ellos se dicen a sí mismos, “América”, ha hecho escribir a un entusiasta sacerdote del clero oficial norteamericano, devenido propagandista neofraternitario, que “Los hombres alineados para fortalecer, como sacerdotes, la ya vigorosa vida de la Fraternidad, empiezan su formación en el nuevo seminario, preparado para una capacidad de 120, un signo de fe robusta”. El subrayado es nuestro.

Lo que dice es, o que un seminario gigantesco con capacidad para 120 seminaristas es un signo de fe robusta; o el hecho de que haya 120 seminaristas es un signo de fe robusta.

La fe es mensurada cuantitativamente, confundiéndose dos cosas de índole bien diferentes. Estamos al parecer de regreso en el cincuentismo, donde la Iglesia (en este caso la FSSPX) se aparecía exteriormente victoriosa y seguramente como diría este cura, con “una fe robusta”. Sin embargo, pocos años después, con el concilio, esa “fe robusta” se caerá tan rápida y fácilmente como las Torres gemelas de Nueva York.




Pero la Neo-Fraternidad, al parecer “americanizada”, tiene el culto de la “grandeza”, que en términos reales significa “enormidad” o “gigantismo”. Porque, el que un asistente a la ceremonia en el seminario porte una gorrita que dice “Hagamos a América otra vez grande”, nos hace preguntar: ¿Pero cuándo Yanquilandia, el país que nació liberal y por obra de los masones; el país de la libertad religiosa, preeminentemente protestante; el país de la “Democracy”, exportada a sangre y fuego por todo el mundo; el país de la Sinagoga mundial y de la Federal Reserve, cumbre de la usura; cuándo, decimos, fue “grande”, en el sentido religioso, moral o cultural de la palabra? ¿Y lo será ahora de la mano de un presidente payasesco que cuenta con el antecedente de aparecer en la portada de la revista pornográfica “Playboy”? 




La superstición del número, cosa democrática si las hay, fue la que dispensó a la mayoría de los obispos conciliares de oponerse a la revolución modernista del Vaticano 2do. “Muchísimos obispos apoyan estas nuevas resoluciones, es un signo de fe robusta”.

Sin dudas, un magnate puede decir que tiene una fortuna robusta, mostrando su caja fuerte repleta de lingotes o billetes. ¿Pero decir que una fe es robusta, porque se ha edificado un enorme edificio poblado por seminaristas?

¿Dónde está la robustez de la fe?


Como dice un predicador: “El fin de la fe no es brillar, sino que sobre ella se construye nuestra vida. ¿Cómo va a estar destinada a brillar si es de por sí oscura y escondida como los cimientos?”. El Convento de la Encarnación, donde estaba Santa Teresa, era desmesurado. Una multitud de 140 monjas lo ocupaban. Sin embargo la que tenía una fe robusta era Santa Teresa. Por eso se salió y comenzó a fundar otros conventos. El primero, el de San José, lo empezó con solo cuatro novicias. No era un convento colosal y con piscina, como este de la Neo-Fraternidad, evidentemente… ¿Acaso por eso no era signo de una fe robusta?

La fe robusta la tenía la solitaria Santa Juana de Arco, y no la multitud de obispos que la entregaron a los ingleses y a la hoguera.


La fe robusta se manifiesta en su profesión pública que no teme señalar las herejías, en sus obras cuyo fruto final es la caridad, en su sostén desde la cruz, en la imitación de Cristo: manso, humide y perseguido.

Un gigante con pies de barro

Pero la crónica oficial del acontecimiento nos trae también un suceso nada feliz, que viene a manchar u oscurecer la triunfal velada en el Coloso de Virginia. Según se informa ( ver acá), a raíz de un accidente, del cual, por obvias razones, no se dan detalles, Mons. Fellay se quebró un pie (algunos dicen que una pierna). No sabemos exactamente dónde metió su pie, pero podemos suponer que dada su ambivalencia, ha sido su pie o pierna tradicional la que se ha finalmente quebrado, en un símbolo que nos es ofrecido para terminar de hacer más gráfico el cuadro de situación. Francisco recibió recientemente a una delegación de doscientas personas, miembros de diversas religiones (cristiana, judía, musulmana, budista, hindú y otras), comprometidos en la esfera de las obras de caridad y de misericordia, ante quienes citó un dicho del Tao Te King: “Lo duro y lo rígido pertenecen a la muerte; lo suave y tierno pertenecen a la vida”. Así que pensamos que la rigidez lefebvrista y fundamentalista de Mons. Fellay se terminó de quebrar en Virginia, y ahora, suavizado y tierno del todo, se encontrará más apto –luego de su rehabilitación kinesiológica- para seguir cultivando la cultura de la ternura y el encuentro con Bergoglio y los herejes modernistas.

El sueño de Nabucodonosor parece ser ahora el sueño de Mons. Fellay, que no puede disfrutar en plenitud de su coloso americano, pues ha caído debido al quiebre de su pie de barro. Mala señal.